Es llamada la ciudad del amor, la ciudad de las luces brillantes, la ciudad más romántica del mundo... Y la lista puede seguir.
Seis de enero del dos mil dieciséis, a un día de cumplir uno de mis grandes sueños: la pista viene a partir de mi película favorita, Marie Antoinette (2006).
Llegué al Aeropuerto Beauvais-Tillé (BVA), sin compañía, sin brazos que me recibieran, solo el frío de los 0° centígrados que hacía. Al hacer la cola para el registro del check in, dos mujeres posaron de espalda frente a mí. No es que me interesara la conversación, pero mi teléfono se quedaba sin pila y preferí parar la música.
La entrada del aeropuerto |
El idioma que hablaban era tan parecido al mío, que agudicé el oído, me concentré y me dí cuenta que eran Latinoamericanas. En seguida inicié la conversación. Eran de Oaxaca y su viaje en Francia había concluido, iban a España a continuar la aventura.
Es sorprendente el sentimiento de ver a otro compatriota en un país distinto, simplemente es indescriptible.
Aviones en el Aeropuerto Beauvais-Tillè |
Tomé un bus a la capital, ni idea a dónde llegaría, solo sabía que llegaría a la ciudad. En cuanto encontré el metro, me fuí directo a Gare du Nord, donde dejé mi equipaje en un locker y me aventuré a conocer el rededor.
Estación de tren y metro, Gare du Nord |
Absolutamente iluminado, lleno de vida y de personas, pese a que fuese invierno. Entre el romanticismo que sentía al haber arribado a la ciudad del amor, me dí cuenta que había demasiados gritos e intensidad al rededor. Me dí cuenta que no era un buen momento, sin saber la razón me regresé al metro y me dirigí a Champs Èlysèes.
Institute Des Haûtes Êtudes De Dèfense Nationale (Instituto de Estudios Superiores de Defensa Nacional) |
Eran las 18:48hrs, cuando la luz del sol esta totalmente fuera, la oscuridad y el frío reinaban. Con dificultad sentía mis manos, mi cara estaba inmovilizada. Seguí caminando como me lo indicaba el mapa. La iluminación era amarillenta, baja y opaca, la gente tan indiferente. Pero justo en ese instante de desánimo, miré al cielo y las vi, me guiaron hasta el punto en que los edificios dejaban de taparlas. Y fue ahí, en el Campo de los Elíseos, donde la vi por primera vez, tan brillante y bella, tan coqueta y sin igual, tan esplendida y llena de luz, tan magnífica Torre Eiffel.
Nada más y nada menos que la bellísima Torre Eiffel |
El frío cesó, al menos en mi percepción, por un instante y la belleza cautivó mi ser. Esa era verdaderamente la primer noche que pasaba sola, sin compañía de caras conocidas, solamente la poca luz que alcanzaba a dar la iluminación de las calles de París, el bello y frío París.
The Wild Bobcat debajo de la torre Eiffel |
Torre Eiffel vista desde abajo en el centro |
Gracias Alexandre Gustave Eiffel, por haber creado esta vistosa construcción, tan única, sorprendente y maravillosa.
Por cierto, esa noche, mis maletas la pasaron en la estación Gare Du Nord.
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