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CAÑADA DE LA VIRGEN

Junio, verano, en un domingo como cualquier otro fui invitada a una caminata por la Cañada de la Virgen. A la verdadera cañada, cerca del sitio arqueológico situado a 16km al suroeste de la ciudad de San Miguel de Allende.



Unos amigos irían a hacer rappel en la cañada y al haber sido invitada, no pude resistirme a la idea de caminar al aire libre.

Salimos en camionetas y después de manejar por 20min, llegamos a un rancho que estaba a la par con la altura de la cañada. Ahí dejaríamos los automóviles y haríamos una caminata de 30min, aproximadamente. Sin embargo, los hermanos, dueños de los dos ranchos, se habían peleado y la segunda propiedad no podía ser atravesada pues no estaba su dueño. De modo que tuvimos que redirigir nuestro camino a otra entrada que estaba a las afueras de un poblado. Debo notar que estábamos a los pies de la cañada.



Caminamos de cerro en cerro, subiendo y bajando. Había un riachuelo con agua cristalina. La vista era hermosa y el clima muy agradable, el cielo tenía nubes y el calor no era fuerte. Seguíamos subiendo y bajando, eran las 14:30 de la tarde aproximadamente. Nuestra caminata continuó y el paisaje nos deleitaba con colores verdes. Era época de lluvia y la fauna estaba fresca. Había mezquites y huizaches, cactáceas como nopales, órganos, biznagas y garambullos.


Unos Wild Bobcats recogiendo garambullos

Fue la primera vez que probé un garambullo salvaje, por decir que no lo lave y simplemente lo tomamos directo de la cactácea.

El grupo era grande, aproximadamente doce personas: seis hombres y seis mujeres, ah y casi olvidaba, los perros guía: David y Henry. Llevábamos agua y algo de comida, sin embargo, no íbamos preparados para lo que pasaría.




Legamos a la cañada a las 18:15hrs, más o menos, en lo que colocaron el equipo nos dieron las 7:19 de la tarde. Bajó el primer valiente, Pablo. Yo no creía que debíamos bajar todos, pero al parecer era la única manera de regresar en menos tiempo. La luz se estaba terminando y debíamos apurarnos, diez de los doce debíamos bajar por ahí.




Todo iba bien, hasta que obligaron a una de las chicas a bajar, en realidad ella no estaba convencida y la verdad no era forzado que descendiera por ahí, podía irse con los otros dos que tenían que remover el equipo. La verdad, ganó algo de valentía esa tarde, pues tarde que temprano tuvo que enfrentar su miedo. Seguido bajé yo, pero ya estaba oscuro, aun se diferenciaban las sombras. Debo admitir que la adrenalina combinada con los nervios, me hizo reír mucho. Uno de los problemas que tuve que enfrentar fue la baja de azúcar en mi cuerpo, tanta actividad física y el cambio de temperaturas más la lluvia que nos atrapó, hicieron que mi hipoglucemia se disparara. Gracias a una de las chicas que aún conservaba una galleta de chocolate, pude recuperar la energía.



El recorrido de regreso estuvo de miedo, caminando entre la naturaleza sin saber si algún animal grande o pequeño nos pudiese atacar. Mientras caminaba intentando recuperar el camino, una telaraña se me pego a la cara. Grité del asco y del miedo. Otra de las chicas perdió un tenis, la suela se le despegó y tuvo que caminar sin él, ¡qué horror! Por un momento casi perdimos el camino, hasta que encontramos a un joven en caballo (sin luz que le guiara), al que le preguntamos la dirección de regreso al pequeño rancho.


Haz click en la imagen para ver un vídeo panorámico de la cañada
Finalmente regresamos a las camionetas, pasado el largo día y compartimos la poca comida que dejamos dentro de ellas. Arribamos a San Miguel a la 01:00hrs del día siguiente. Había una taquería abierta todavía y sin dudarlo, nos detuvimos todos ahí a cenar después de la aventura, sanos y salvos.

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